martes, 19 de febrero de 2013

Reflexiones

El dilema de ser un animal de costumbre

Existe una frase que dice "el hombre es un animal de costumbre" , pero ¿que es la costumbre? Según mi entender es todo aquello que implica una rutina. Es todo lo que nos hace bien y nos da placer. Es el mundo que nos rodea y nos da la individualidad, nuestra idiosincrasia, en definitiva es todo aquello que conocemos y que entendemos como propio. Ir  al trabajo, estudiar una carrera, estar en casa, verse con amigos, estar con la persona que uno ama, un sin fin de acciones cotidianas que marcan nuestra relación con la sociedad en la que vivimos.

Uno, como vemos, no  tiene una sola costumbre sino varias. Estas varían, ya que pueden dejar de ser una costumbre cuando se le pierde el interés o la necesidad. Por ejemplo, una persona tiene la costumbre de comer sus comidas con mucha sal, pero después de un chequeo medico, se le informa que por su salud debe dejar consumir ese mineral. Entonces, su costumbre por comer salado,  se convierte en una nueva costumbre, la de comer sin sal. Esto significa que las costumbres son por un lado mutables y por otro pueden ir aumentando o disminuyendo, haciendo que estemos en constante movimiento. Algunas costumbres se van y otras nuevas vienen.

Ahora bien ¿es bueno ser un animal de costumbre? Es acertado para nuestra psiquis construir una vida en base a costumbres? ¿Que pasa cuando la propia inercia del acostumbramiento nos arrastra a lugares en donde la comodidad se transforma mediocridad y monotonía?  ¿Cuales son los riesgos que se corren al vivir acostumbrándonos a todo? 

El ser humano es un animal de costumbre, porque es la forma que tiene de mantenerse seguro, y evitar   así errores y problemas futuros, es parte de nuestro sistema de supervivencia. Aquellos que no pueden adaptarse a  una vida signada por las costumbres, son quienes toman mas riesgos y se animan a mas, salen de lo que los psicólogos llaman la zona de confort,  ese lugar cálido y agradable en donde nos manejamos con amplitud y comodidad, porque  todo lo que allí sucede es conocido y es parte de la rutina que armamos día a día.

Acostumbrarnos, es necesario para el desarrollo psicológico, pues nos da un eje para seguir dentro de un esquema de vida ordenada. El problema se genera cuando ese acostumbramiento se transforma, en un acostumbramiento generalizado y entonces, de a poquito, nos vamos acostumbrando a todo. Aumentan los precios... protestamos los primeros días  pero después  nuestra necesidad de armonizarnos y no desequilibrarnos hace que terminemos aceptando el cambio. Otro ejemplo claro son los piquetes  y cortes de rutas, ya se han hecho tan cotidianos, que terminamos por acostumbrarnos a  tener que vivir en una ciudad sitiada, y algo que un principio era molesto y perturbador hoy forma parte del folclore argentino. Con la violencia pasa algo parecido, muchos ya se han acostumbrado a vivir enrejados y a que los delincuentes estén libres y dispuestos a asaltarlos en cualquier momento. Estamos tan acostumbrados que hasta agradecemos porque no nos mataron y solo se llevaron valores materiales y no la vida.  

Así, es como  poco a poco vamos resignado cosas que antes eran bienes irrenunciables, nuestra libertad, nuestra seguridad, nuestro valores, nuestra dignidad, nuestros derechos. Son aspectos que en el trajín diario pasan desapercibidos, y uno va perdiendo cosas en dosis insignificantes, como en el robo hormiga.
El instinto de sobrevivir y de adaptabilidad como especie es mas fuerte que nuestra capacidad  de respuesta ante estas situaciones de avasallamiento y uno termina conformándose con lo mucho o poco que tiene.

Este es el dilema de ser un animal de costumbre. ¿Y si aceptamos los riegos y rompemos el cerco de la comodidad, la rutina y las costumbres? ¿Que puede pasar? Experimentemos, no dejemos que el acostumbramiento sea una mala costumbre.