"Nadie queda para semilla" solía decir mi abuela. Todos somos seres finitos. En algún momento vamos a morir. Sin embargo a lo largo de nuestras vidas tratamos de escaparle al fantasma de la muerte y nos preocupamos por cosas mucho mas improbables como por ejemplo si mantendremos el trabajo, si aprobaremos un examen o si ganaremos la lotería. La muerte es de todos estos enunciados lo único seguro y de lo que no podemos escapar.
Quizá sea esa idea de inmortalidad ancestral, aquella proporcionada por el creador a
Adan y
Eva antes de que lo desobedecieran, la que nos hace pensar en el final de nuestra vida como algo casi inexistente. Pero la muerte está, existe, es parte del ciclo de cualquier ser vivo y nos proporciona el motor para seguir adelante.
¿Que seria de la humanidad si nos supiéramos inmortales? La eternidad suena lindo, pero como decía
Fredy Mercury "quien quiere vivir para siempre". Así, el concepto de la muerte termina convirtiéndose en una paradoja cuya resolución resulta una incógnita. Por un lado no pensamos en la muerte y por otro nos asusta la sola idea de ser inmortal. Como
Nosferatu, el vivir "
in eternun" termina siendo una cruel condena y no una bendición.
No soy un estudioso del tema de la muerte ni del envejecimiento, pero si soy un agudo observador de la realidad y de la gente y después de haber visto el proceso natural que significa empezar a envejecer he reflexionado al respecto. Me he dado cuenta que con el paso del tiempo esa idea de inmortalidad que caracterizo a la adolescencia y a la juventud empieza a desaparecer y uno comienza a racionalizar el concepto de que es un ser mortal, al menos en lo que respecta a la vida en este mundo, para ir de alguna manera programando el día y la hora en que es preciso partir. Esto lo veo ahora que mi padre con 85 años a cuestas se esta amigando con la muerte, para de alguna manera dejar esta vida en paz y de la mejor manera posible.
Vivir más de 80 años puede ser para algunos demasiado, para otros puede ser insuficiente y necesitan algunos años más. Eso es algo que cada cuerpo y cada uno de forma imperceptible, irá construyendo. De esta manera, la muerte natural, no hablo de aquella violenta y arrebatadora, se transforma en un esquema mental previamente conjurado en nuestro cerebro que nos indica cuando debemos decir "hasta aquí llegue".
Somos nosotros los que de alguna manera vamos diagramando el camino hacia nuestra última morada. Mi padre en tan solo 5 años fue poco a poco renunciado a distintas cosas y en cada renuncia fue bajando un escalón más hacia su derrotero final. Se fue programando para que paulatinamente la muerte lo encuentre en el momento justo. Este doloroso proceso, no para mi padre sino para quienes seguimos adelante, me hace pensar que la muerte es el resultado entre nuestra mente consiente y de nuestra capacidad para continuar viviendo. Mi padre se canso de vivir y esta buscando su merecido descanso.