Es un hecho innegable
que los procesos de interrelación que se dan en el seno de una sociedad moderna
se están modificando para peor. Hoy estamos frente a un fenómeno social que
está cambiando la vieja concepción de las sociedades gregarias y organizadas, donde
el orden era parte del ímpetu renovador que movilizaba al colectivo humano
hacia una superación como especie, para imponer un nuevo paradigma. Sin embargo,
el cambio está encaminado en una dirección contraria a la mencionada.
Las sociedades actuales
basan sus principios rectores en nuevos valores mucho más "light",
por así decirlo, donde todo el tejido social se ve invadido por un concepto de
licuación que disuelve cada uno de los sustratos y los aspectos motores que una
sociedad necesita para mantenerse en el tiempo.
Actualmente todo lo
inherente al contenido social resulta prácticamente intangible. En este nuevo
modelo de sociedad parecen no existir las diferencias entre lo bueno y lo malo,
entro lo correcto y lo incorrecto, entre lo ético y no ético. Todo está
impregnado de un relativismo espurio, signo característico de la posverdad.
Esta licuación de los
parámetros que rigen un orden necesario está respaldada por un discurso que
apunta a la libertad individual como principal valor a tener en cuenta. Esta
focalización, en donde se apoya el modelo social actual, es a mi entender, un
punto de partida equivocado.
Las libertades
individuales deben ser parte fundamental de cualquier núcleo social, pero no el
único. Existen otros componentes que deben ser partes indiscutibles dentro de
una sociedad y que garantizan que esas libertades individuales puedan ser
ejercidas.
Al priorizar el
concepto de "hago lo que quiero porque soy un ser libre e
independiente" se está violando el propio principio de la libertad
individual, pues al hacer lo que se quiere se infringen espacios y se
restringen las libertades de los demás ciudadanos. ¿Qué sucedería si todos nos
creyéramos con el derecho a hacer valer lo que creemos es nuestro valor
primordial?
Este nuevo ejemplo de
sociedad, en el que nos encontramos inmersos, tiene cierto grado de egoísmo al
poner en primer lugar el deseo individual por sobre el colectivo. Es una
sociedad que no sabe a dónde mirar, que no encuentra una luz al final del
túnel. No hay un modelo a seguir; y eso no es bueno de cara a un futuro. No
reconocer la gravitación de los valores es no entender la idea fundante que
debe regir a una sociedad estable y saludable.
Es un hecho lamentable
que los jóvenes actuales tamicen la realidad que los rodea a través del filtro
que impone la liviandad con la que hoy se mira, porque eso les da una visión
sesgada y distorsionada de las cosas y no les permite el discernimiento
creativo y productivo que se necesita para crecer como conjunto.
Los medios también
hacen su aporte
En este proceso de
licuación de valores, los medios de comunicación masiva han contribuido
bastante para que esto sea así. La realidad esta tan mediatizada, que es
difícil no percibirla si no es a través de los medios.
Como se sabe los medios
de comunicación son formadores de opinión y por lo tanto moldean al componente
humano de acuerdo con sus intereses y necesidades. Este comportamiento
inapropiado por parte de los medios en el manejo de la información no ha hecho
otra cosa que cimentar más el concepto de licuación en el que vivimos
actualmente.
Muchos jóvenes de hoy
se identifican con lo que ven u oyen a través de los medios, los que los pone
en un estado de vulnerabilidad perceptiva. La idea de rapidez, de inmediatez,
está constantemente presente frente a los ojos de la juventud actual y forma
parte del principio conductor de sus vidas. Todo a su alrededor les propone el
menor esfuerzo posible, desde una publicidad que muestra el fácil acceso al
producto, hasta una serie de programas en donde la liviandad parece ser el
principal componente.
La necesidad de un
nuevo paradigma
Toda sociedad es
dinámica y por lo tanto necesita de cambios en sus estructuras para poder
expandirse y mejorar. Después de años de Dictaduras (tanto militares como
civiles) de fuerte sesgo doctrinario y confesional, que no dejaba casi nada
fuera de las pertinencias del Estado (hasta la vida personal del habitante), el
arribo de la Democracia causó un relajamiento que, si bien era necesario, no se
atinó al principio a conducir adecuadamente.
No habría sido un
descuido, sino que las fuerzas doctrinarias que habían sostenido a las
dictaduras no se habían retirado del todo de la escena política ni se habían
desacreditado lo suficiente para no tener peso. Intentar una progresiva
liberalización sin caer en el relativismo no habría sido posible entonces.
El entramado social, al
igual que un organismo viviente, ha ido haciendo ajustes y purgas inevitables y
esa libertad original, termino convirtiéndose en una especie de relativismo del
que se desprende hoy esta idea de que da lo mismo cualquier cosa.
Es tiempo de iniciar el
camino hacia el cambio de un nuevo paradigma, pero para que esa modificación
sea sustentable a largo plazo es necesario partir de un reconocimiento de los
valores, tanto de aquellos valederos que se han perdido como de los nuevos que
ofrecen una legítima alternativa de futuro.
A su vez se impone
poseer claros objetivos colectivos y emprender un modelo de sociedad a seguir,
que postule sus argumentos no desde el adoctrinamiento, sino desde la
aceptación íntima de los miembros de la sociedad a la que pertenecen.