Camino a la segregación
Hacía meses que no disponía de mi tiempo para escribir en este blog, quizá porque no sentía la profunda necesidad de hacerlo o porque no encontraba un tema que me interesara realmente, pero como suelen decir quienes trabajan sobre el desarrollo de la creatividad y los estados creativos, las ideas o los temas pueden surgir en un segundo, activados vaya a saber por qué mecanismo de acción y reacción.
Lo cierto es que en estos días se difundió una noticia que me resultó más que interesante para reflexionar y me estoy refiriendo a la idea de incorporar vagones solo para mujeres y de color rosa, como una medida paliativa a los abusos que la mayoría de las mujeres padecen a diario dentro de las unidades del transporte público de pasajeros como trenes, colectivos y subterráneos.
Esta drástica medida, que no es nueva y que se aplica en algunos países como México, Brasil o Tailandia, viene de alguna forma a dejar en claro en qué clase de sociedad vivimos los argentinos y gran parte de los Latinoamericanos y el mundo. Daría la impresión que todas aquellas diferencias de género que existían antaño y que gracias a años de incansable lucha fueron desapareciendo, con esta idea caen automáticamente en saco roto.
En primer lugar diferenciar a las mujeres de los hombres es un acto que bordea el sectarismo y asume nuestra propia intolerancia como hombres hacia la mujer, a quienes vemos como mercancía que puede ser utilizable para satisfacer nuestros más bajos instintos sexuales. Por otro lado, utilizar vagones especiales para que viajen las mujeres y los niños recuerda a épocas nefastas de la historia mundial, en donde la segregación racial era moneda corriente y había baños para blancos y baños para negros. También me retrotrae a los espantosos Guetos de los barrios judíos en la Alemania Nazi o a la precarización laboral a la que fueron sometidas las mujeres durante décadas.
Los argentinos no necesitamos vagones para mujeres rosas, necesitamos una mejor educación cívica, en donde el varón comprenda que hombres y mujeres se complementan para un mejor desarrollo humano. Ser mujer no debe verse como un objeto para el divertimento, la picardía y la mala educación machista y retrógrada. Las mujeres no merecen ser incluidas dentro de espacios propios, ni excluidas de los ya existentes como si fueran animalitos de feria que van rumbo a una exhibición, al contrario merecen ser parte de esta sociedad, que se arroga ser una de las más justas en igualdad de condiciones entre mujeres y hombres, pero que aún sostiene uno de los mayores índices de femicidios a pesar de las masivas campañas de concientización de "Ni una menos"
Con medidas de este tipo lo único que se hace es justificar al injustificable, al perverso, al ladino, al intolerante y se estigmatiza más al género femenino al no darle el lugar que se merece dentro de nuestra sociedad, que es el mismo que el del hombre. Si empezamos con una medida de este tipo, vamos a terminar con vagones para lisiados, obesos, ancianos, ciegos, etc. convirtiéndonos en una sociedad que en vez de incluir, excluye.