viernes, 23 de enero de 2015

Muerte del fiscal Nisman

Los sospechosos de siempre


En un tema tan delicado como es la muerte de un fiscal de la Nación que estaba investigando uno de más terribles atentados internacionales ocurridos en suelo Argentino, como fue el ataque a la AMIA el 18 de julio de 1994 y que aún no tiene responsables tras las rejas, y que como consecuencia de esa investigación descubrió un "posible" delito de encubrimiento por parte del Gobierno Nacional, las palabras deben ser muy medidas y uno tiene que expresarse con mesura y la mayor claridad posible.

Para empezar voy a decir que no creo que la muerte del fiscal Nisman sea una operación orquestada por el Gobierno. También voy a decir que es muy probable que la denuncia que iba a exponer Alberto Nisman en el Congreso tenga algún grado de veracidad. No creo en la teoría de que al fiscal lo usaron como una marioneta y que le armaron la denuncia, lo impulsaron a que exponga todo en los medios para después meterle un tiro en la cabeza simulado de suicidio, como dice la señora presidenta. Este argumento no se sustenta desde ningún lado. 

Las teorías conspirativas son y serán siempre una parte importante del imaginario colectivo, no digo que no sean reales, lo que digo es que raras veces se terminan comprobando y acaban convirtiéndose en una "leyenda urbana", algo que esta allí, que permanece en el boca a boca, pero no puede comprobarse.

¿Que fue entonces lo que sucedió realmente con la denuncia y la muerte del fiscal Nisman? Y aquí entramos en terreno de las conjeturas y las suposiciones, un espacio resbaladizo e impredecible que solo abre más incertidumbres que certezas. Yo voy a ser un poco más arriesgado y voy dar una teoría, una más, la mía, lo que no quiere decir que sea la correcta.

Imaginemos por un momento que la denuncia del fiscal Nisman es cierta, que tiene todas las pruebas suficientes para avanzar con una posible imputación a la señora presidenta Cristina Fernández de Kirchner, al señor Ministro de Relaciones exteriores Héctor Timerman, al diputado Andrés "Cuervo" Larroque, Luis D´Elía y Fernando Esteche ¿sería tan estúpido el Gobierno de cargarse la muerte del fiscal un día antes de ir al Congreso? Imposible, insostenible y deliberadamente ingenuo. Entonces ¿quien se llevó la vida del doctor Nisman? 

Como aquella película de Brian Singer la respuesta puede estar en los sospechosos  de siempre, esos que no conocemos, que no sabemos sus nombres, que tejen en las sombras y que están siempre a la expectativa para dar el zarpazo en el momento justo. Quizá, sean los mismos que llevaron al Dr Raúl Alfonsín a adelantar las elecciones y  le armaron las muertes del 21 de diciembre a De la Rúa que terminó con su escapada por el techo de la Casa Rosada.

Es evidente que la denuncia de Nisman les llego como maná del cielo y que la única manera de terminar de rematar a un Gobierno que empezaba tambalear ante las tantas denuncias en su contra era asesinando a Nisman.

Esto da por tierra cualquier reforma judicial posible. Fiscales, jueces y personas ligadas a la justicia son ahora quienes, ante la muerte de un colega, van a ir con "los tapones de punta" contra cualquier intento del Gobierno de avanzar en esta materia.Remover a un fiscal, a un juez en este clima es echarle más nafta al fuego, por lo que creo, si se piensa en alguna reforma en el sistema de justicia en serio quedará para el próximo Gobierno.

Creo que la segunda parte de la teoría del Gobierno, la que habla de una conspiración en su contra,  no suena tan descabellada, pero tampoco la denuncia Nisman resulta tan inverosímil, más ahora que se empezaron a hacer públicas algunas de las escuchas entre Luis D´Elia y Yussuf Khalil, las cuales dejan entrever un posible encubrimiento.

Para cerrar, me parece que todo esto dio como resultado un "combo" perfecto que fue aprovechado por los sospechosos de siempre y que terminó con la muerte de un fiscal y con un gobierno al borde del abismo institucional. 


miércoles, 7 de enero de 2015

Ojos que no ven

La muerte de ningún niño debe ser tratada con tanta liviandad por funcionarios de Gobierno. El hambre y la desnutrición infantil no es solamente nuestro, es un flagelo mundial. ¿Por que entonces querer minimizarlo? ¿Sienten vergüenza? Vergüenza deberían tener por no reconocer que esta cosas existen y por no buscar la manera de impedirlo. 

No son los únicos, todos los gobiernos anteriores cuando de desnutrición se trata prefieren esconder la cabeza dentro del caparazón como las tortugas antes de reconocerlo, es por eso que las cosas siguen igual. Porque como dice el refrán, "ojos que no ven corazón que no siente".