martes, 5 de enero de 2010

La amenaza del terrorismo islámico

Causas y consecuencias de una historia sin fin

A raíz de intento de atentado a un avión de la compañía Delta Airlines a manos del terrorista nigeriariano de la red Al - Qaeda Abdul Farouk Abdul-Mutallab, ocurrido la semana pasada en los Estados Unidos de Norte América, la situación en ese país y en el resto del mundo se esta complicando cada vez más y la presunción sobre nuevos ataques terroristas está poniendo al tío Sam contra las cuerdas y haciendo que las perspectivas de un orden global se vean seriamente amenazadas.

El terrorismo fundamentalista Islámico es sin dudas un siniestro enemigo que opera amparado bajo la sombra del poder religioso y que, en  nombre del Jihad, o guerra Santa, comete los más violentos y sanguinarios atentados en contra del imperio Capitalista y salvaje de Estados Unidos  y occidente.  Muchos, se animaron a opinar que todo esto es consecuencia de las arteras políticas Internacionales aplicadas a los países del “Tercer mundo” por parte de los Estados Unidos, y en especial a los de medio oriente. El poco compromiso asumido por el ex presidente George W. Bush durante su mandato en el conflicto entre judíos y palestinos, fue uno de los puntos en que se basaron la mayoría de los opinólogos políticos para al decir tal cosa.

Nadie puede negar que el intervencionismo de los Estados Unidos en temas de política exterior ha sido siempre una bomba de tiempo a largo plazo. Los prolongados embargos implementados a  Irak y la misma Cuba, han generado, de manera encubierta, que miles de niños mueran por causa de la falta de alimentos necesarios para su subsistencia. Las presiones financieras aplicadas a los países emergentes mediante la aplicación de fuertes intereses en la  deuda externa, han provocado en nuestro país y en la mayoría de Latinoamérica, un efecto devastador en sus economías regionales y el colapso del sistema financiero interno. La recesión, la desocupación y el desempleo son producto de este tipo de políticas de dominación.

Ahora bien, lo expresado anteriormente ¿puede justificar  el horroroso atentando ocurrido contra las torres gemelas en el World Trade Center de New York en el año 2001? ¿Se puede decir que Estados Unidos, y por ende occidente, son merecedores de tal hecho de violencia? La respuesta es NO, definitivamente NO. Nadie, que sea mínimamente civilizado podría apoyar un crimen de tal naturaleza. La mayoría de la gente que murió en ese cruel atentado era inocente y estaba al margen de las decisiones de Estado. Los miles de jóvenes, mujeres, niños,  turistas, etc. que perdieron sus vidas de manera trágica ese 11 de septiembre del 2001 son el saldo de una guerra ladina y perversa, en donde el enemigo es un ente diabólico e invisible que  ataca de manera tan sigilosa y oculta, que actos de estas características, resultan difíciles de prevenir, incluso para la potencia Militar más fuerte del planeta, sino díganme como hizo el nigeriano para ingresar con una bomba en un avión comercial sin que nadie se percatara.

Es indudable que el panorama político del Oriente Medio ha comenzado a cambiar a partir de septiembre del 2001. En muchos países islámicos aún se sigue alentando a toda la comunidad musulmana a unirse en la Guerra Santa contra los estados Unidos y desde la muy secreta guarida de Osama Bin Laden se siguen ideando nuevos atentados en Irak y el mundo entero, como este ultimo del avión de Airlines.  Todo hace prever que la proximidad de una guerra  de características no convencionales, ya  es un hecho. 



El futuro de las actuaciones bélicas a desarrollarse va a estar determinado por las alianzas que se pacten de ambos lados. Por su lado el presidente Barack Obama dejo de lado su rol de pacifista que le mereció el Nobel, y anuncio que ira contra los terroristas hasta el fin y hablo de invadir Yemen en busca de los nidos en donde se estos se crían.  Por otra parte, si los grupos armados terroristas logran obtener el apoyo de la mayoría de los países islámicos, la situación para los Estados Unidos y sus aliados puede ser muy delicada, en especial porque son ampliamente superados en número de fuerzas vivas. Estos grupos terroristas operan ocultos entre la gente y eso hace que el conflicto sea doblemente peligroso. Además, cuentan con el entrenamiento suicida y tecnología de avanzada en cuanto a armamentos químicos o bacteriológicos. Una carga de botulismo, Ántrax o peste bubónica esparcida en una ciudad súper poblada puede ser un desastre de características apocalípticas y sus consecuencias  a largo plazo difíciles de determinar.     
También esta la situación tensa y complicada que se vive en Irán, en donde el presidente Mahmud Ahmadieneyad se encuentra acosado por una fuerte oposición popular que pretenden su destitución y como no puede lograr una solución pacífica al conflicto interno, no tiene otra opción que detener y ejecutar a los insurgentes que reclaman a viva voz por  las calles Teherán sus derechos oprimidos, provocando así más y más violencia. Si este desalentador panorama se agrava puede ser en un futuro, el disparador para que Estados Unidos haga uso de condición autoimpuesta de "salvador del mundo" y promueva una invasión intervencionista, lo que daría  a su vez  pie a nuevos ataques terroristas.

¿Y por casa como andamos?



Queda claro que nadie quiere estar con el terrorismo, pero ¿todos quieren estar con Estados Unidos? Argentina no está exenta a esta pregunta. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner parece estar más enfrascada en otras cuestiones que tienen que ver con hacer acuerdos con Venezuela o China que sentarse a conversar con Obama. Es evidente que este tema del terrorismo no le interesa demasiado, porque no ve en él un filón como para sacar algún rédito político. Fueron escasas las veces que se pronunció al respecto y lo hizo de manera poco enérgica. Todos sabemos que este gobierno, y el de su esposo también, no han hecho buena migas con el país del norte y su postura es "cuanto más lejos mejor", por lo que se desprende de manera implícita, que evitara tocar el tema hasta que la cuerda se tense demasiado y este a punto de cortarse y no le quede otro remedio que involucrarse, de que manera, no lo se.

Nuestro país es el tercero en el mundo con población judía, por lo tanto bien puede ser un blanco estratégico a la hora de planificar un nuevo ataque terrorista. Durante el gobierno de Carlos Menem  ya fuimos víctimas de dos terribles atentados que costaron la vida a centenares de personas. ¿Por qué no podría suceder nuevamente? ¿Quién iba a pensar que España se iba ver involucrada  en un atentado como el de Atocha?. Una lluvia de misiles, armas químicas o atentados suicidas pueden caernos en cualquier momento. Ante un virtual ataque, ¿con qué nos vamos a defender si tenemos un Ejército virtualmente desmantelado, sin fuerza humana calificada y sin armamentos de última generación? ¿Con gomeras? ¿Con las boleadoras de nuestros indios Ranqueles?. Nadie quiere entrar en guerra, ya nos vasta la experiencia de Malvinas, pero creo que no estamos exentos de sufrir un nuevo ataque y que la seguridad de los ciudadanos argentinos y la de los extranjeros que nos vistan a diario debe estar al menos garantizada, claro, no podemos con la delincuencia común que nos mata todos los días, menos vamos a poder prevenir que algún terrorista se suba en un avión con destino a USA y lo haga volar por los aires.

           


domingo, 3 de enero de 2010

Aborígenes la cultura del desarraigo


El ingenio, la misión y las causas del desarraigo


A mediados de 1906 se radicó en la zona de Santa Victoria, más espacialmente en la provincia de Jujuy, una empresa con capitales Británicos con el propósito de instalar un Ingenio azucarero y producir toneladas de oro blanco (azúcar). Los propietarios de dicho capital foráneo vieron en la población indígena del lugar (Wichis) la posibilidad de adquirir la mano de obra  a muy bajo costo, así fue que le encargaron a los Misioneros Anglicanos que relevaran la población  de aborígenes existentes con el fin de sustentar los recursos humanos necesarios para dicho emprendimiento. 


Unos años más tarde, se instaló la primera Misión evangelizadora en esas tierras de norte Argentino. Con el tiempo, la mayoría de los indígenas comenzaron a trabajar en la cosecha de la caña de azúcar. Esto produjo  un gran choque cultural. Los aborígenes arraigados a sus tradiciones, vieron avasalladas sus costumbres y tuvieron que readaptarse a la nueva forma de vida. Antes de la llegada de la Misión la comunidad indígena manejaba una serie de actividades propias de su idiosincrasia, como el canto y la danza. Estas formas  ancestrales de relacionarse entre ellos y otras tribus vecinas, estaban impregnadas de un hondo sentido de libertad que,  hasta ese entonces, les era propio.


Aquellos días, antes de la llegada de la Misión, los aborígenes pasaban sus horas dedicados al baile ritual, al canto y las ceremonias religiosas, en donde las indias  e indios entrelazados por la música, buscaban encontrar su pareja. La vida del indígena antes de la  evangelización estaba prendada de una armoniosa calma y una perdurable paz y libertad. No había enfermedades, los hombres eran fuertes y saludables, las mujeres eran laboriosas y buenas madres, gozaban del alimento que la Madre Naturaleza les proveía, frutos, bayas, pescados, miel y animales salvajes. Sus vidas se desarrollaban en la tranquilidad más absoluta. Realmente la vida de estas tribus cambió radicalmente con la irrupción del hombre blanco y la Misión. Sus cantos y creencias fueron prohibidos y se reemplazaron por las canciones religiosas. Sus genes culturales fueron atropellados por la cultura Europea. Poco a poco su mundo interno y externo fue modificándose. Los que trataron de adaptarse a este abrupto cambio fueron perdiendo sus costumbres, sus ritos. Surgieron así las primeras, y hasta ese entonces desconocidas, enfermedades.


El ecosistema también cambió, la región se tornó cada vez más improductiva  y a medida que fue pasando el tiempo se les hizo  más difícil la adaptación. La pobreza aumentó al igual que el hambre y el índice  de mortandad. Las consecuencias socio - culturales fueron verdaderamente desastrosas. Años de tradiciones fueron desapareciendo con el correr  del tiempo y la cultura aborigen se mixturó en una nueva forma de vida, carente de toda índole representativa.


Tuvieron que pasar casi 100 años para que esta dependencia cultural empezara a desaparecer paulatinamente. Fue en el año 1982 cuando los aborígenes  comenzaron a ver la posibilidad de vivir nuevamente en libertad y recuperar sus costumbres y ritos, hasta ese entonces prohibidos. La guerra de Malvinas hizo que los Misioneros, en su mayoría Británicos, dejaran  el lugar por miedo a ser agredidos. Así, la gran mayoría huyo hacia el vecino país del Paraguay donde permanecieron a la espera de un pronto regreso. La guerra se prolongó y no tuvieron más remedio que regresar a su país. A partir de allí, lo aborígenes comenzaron a experimentar la posibilidad de reencontrarse con su olvidada cultura. Volvió el canto y la danza y poco a poco las cosas fueron cambiando. Pero el daño causado fue tan grande que muchas cosas difícilmente volvieron a ser como antes.


Los aborígenes hoy

   
Es evidente que el proceso de transculturación que aquí se presenta, ha sido en gran medida perjudicial para el grupo dominado. Fue poco lo que el grupo dominante pudo aportar y mucho lo que le ha quitado. El cambio producido en la cultura se ha transformado en una suerte de “aspiración cultural” en vez de un intercambio de culturas. Cuando se utiliza la fuerza como medio de cohesión, el “intercambio” se convierte en un mecanismo ladino y perverso es pos de los intereses del más fuerte. Esto, sólo  puede entenderse si lo vemos desde un punto de vista hegemónico y corporativo, en donde el poder político y económico son sinónimos de superioridad y los procesos de ajuste y explotación  están al servicio de esos intereses y   en detrimento de las poblaciones  más débiles que no ostentan tal poderío económico y político.

La mano de obra barata, las extensas jornadas de trabajo y el poco interés social, fueron las premisas aplicadas por las empresas foráneas  radicadas en nuestro país a la hora de dar “trabajo”, consiguiendo de este modo una fuerte forma de dominación. El poder económico del Ingenio, más el poder casi político de la Iglesia, representado en la Misión, fueron los responsables de esa debacle de la cultura aborigen en Santa Victoria.


Va a ser muy difícil que el aborigen recupere hoy su lugar perdido. En la actualidad son víctimas de un sistema tan perverso como lo era aquel, en donde tanta hipocresía se ve reflejada en cada elección,  en cada acto partidario o campaña política. Allí existen, son hijos de esta tierra, después vuelven a la marginación y  al desarraigo que cargan desde hace un siglo. Los desastres cometidos por aquellos extranjeros lo continúan hoy nuestros actuales gobernantes, manejando las mismas políticas de ajuste, perversión social y dominio cultural.



Mientras existan gobiernos insensibles hacia los más necesitados, el aborigen seguirá siendo solo un voto más  y le será cada vez más difícil encontrar una salida a sus problemas. Es poco lo que se ha hecho hasta ahora para ayudarlos, solo “Quijotescos” intentos de seres anónimos remando contra la corriente, tratan de encontrarle una solución al problema, pero la deuda moral  que esta sociedad tiene para con ellos es muy grande y difícil de pagar.
Espero que los gobernantes  entiendan  de una vez,  que si borramos o ignoramos  nuestras raíces estamos, seguramente, construyendo un futuro tan incierto como la vida de nuestros aborígenes.