domingo, 3 de enero de 2010

Aborígenes la cultura del desarraigo


El ingenio, la misión y las causas del desarraigo


A mediados de 1906 se radicó en la zona de Santa Victoria, más espacialmente en la provincia de Jujuy, una empresa con capitales Británicos con el propósito de instalar un Ingenio azucarero y producir toneladas de oro blanco (azúcar). Los propietarios de dicho capital foráneo vieron en la población indígena del lugar (Wichis) la posibilidad de adquirir la mano de obra  a muy bajo costo, así fue que le encargaron a los Misioneros Anglicanos que relevaran la población  de aborígenes existentes con el fin de sustentar los recursos humanos necesarios para dicho emprendimiento. 


Unos años más tarde, se instaló la primera Misión evangelizadora en esas tierras de norte Argentino. Con el tiempo, la mayoría de los indígenas comenzaron a trabajar en la cosecha de la caña de azúcar. Esto produjo  un gran choque cultural. Los aborígenes arraigados a sus tradiciones, vieron avasalladas sus costumbres y tuvieron que readaptarse a la nueva forma de vida. Antes de la llegada de la Misión la comunidad indígena manejaba una serie de actividades propias de su idiosincrasia, como el canto y la danza. Estas formas  ancestrales de relacionarse entre ellos y otras tribus vecinas, estaban impregnadas de un hondo sentido de libertad que,  hasta ese entonces, les era propio.


Aquellos días, antes de la llegada de la Misión, los aborígenes pasaban sus horas dedicados al baile ritual, al canto y las ceremonias religiosas, en donde las indias  e indios entrelazados por la música, buscaban encontrar su pareja. La vida del indígena antes de la  evangelización estaba prendada de una armoniosa calma y una perdurable paz y libertad. No había enfermedades, los hombres eran fuertes y saludables, las mujeres eran laboriosas y buenas madres, gozaban del alimento que la Madre Naturaleza les proveía, frutos, bayas, pescados, miel y animales salvajes. Sus vidas se desarrollaban en la tranquilidad más absoluta. Realmente la vida de estas tribus cambió radicalmente con la irrupción del hombre blanco y la Misión. Sus cantos y creencias fueron prohibidos y se reemplazaron por las canciones religiosas. Sus genes culturales fueron atropellados por la cultura Europea. Poco a poco su mundo interno y externo fue modificándose. Los que trataron de adaptarse a este abrupto cambio fueron perdiendo sus costumbres, sus ritos. Surgieron así las primeras, y hasta ese entonces desconocidas, enfermedades.


El ecosistema también cambió, la región se tornó cada vez más improductiva  y a medida que fue pasando el tiempo se les hizo  más difícil la adaptación. La pobreza aumentó al igual que el hambre y el índice  de mortandad. Las consecuencias socio - culturales fueron verdaderamente desastrosas. Años de tradiciones fueron desapareciendo con el correr  del tiempo y la cultura aborigen se mixturó en una nueva forma de vida, carente de toda índole representativa.


Tuvieron que pasar casi 100 años para que esta dependencia cultural empezara a desaparecer paulatinamente. Fue en el año 1982 cuando los aborígenes  comenzaron a ver la posibilidad de vivir nuevamente en libertad y recuperar sus costumbres y ritos, hasta ese entonces prohibidos. La guerra de Malvinas hizo que los Misioneros, en su mayoría Británicos, dejaran  el lugar por miedo a ser agredidos. Así, la gran mayoría huyo hacia el vecino país del Paraguay donde permanecieron a la espera de un pronto regreso. La guerra se prolongó y no tuvieron más remedio que regresar a su país. A partir de allí, lo aborígenes comenzaron a experimentar la posibilidad de reencontrarse con su olvidada cultura. Volvió el canto y la danza y poco a poco las cosas fueron cambiando. Pero el daño causado fue tan grande que muchas cosas difícilmente volvieron a ser como antes.


Los aborígenes hoy

   
Es evidente que el proceso de transculturación que aquí se presenta, ha sido en gran medida perjudicial para el grupo dominado. Fue poco lo que el grupo dominante pudo aportar y mucho lo que le ha quitado. El cambio producido en la cultura se ha transformado en una suerte de “aspiración cultural” en vez de un intercambio de culturas. Cuando se utiliza la fuerza como medio de cohesión, el “intercambio” se convierte en un mecanismo ladino y perverso es pos de los intereses del más fuerte. Esto, sólo  puede entenderse si lo vemos desde un punto de vista hegemónico y corporativo, en donde el poder político y económico son sinónimos de superioridad y los procesos de ajuste y explotación  están al servicio de esos intereses y   en detrimento de las poblaciones  más débiles que no ostentan tal poderío económico y político.

La mano de obra barata, las extensas jornadas de trabajo y el poco interés social, fueron las premisas aplicadas por las empresas foráneas  radicadas en nuestro país a la hora de dar “trabajo”, consiguiendo de este modo una fuerte forma de dominación. El poder económico del Ingenio, más el poder casi político de la Iglesia, representado en la Misión, fueron los responsables de esa debacle de la cultura aborigen en Santa Victoria.


Va a ser muy difícil que el aborigen recupere hoy su lugar perdido. En la actualidad son víctimas de un sistema tan perverso como lo era aquel, en donde tanta hipocresía se ve reflejada en cada elección,  en cada acto partidario o campaña política. Allí existen, son hijos de esta tierra, después vuelven a la marginación y  al desarraigo que cargan desde hace un siglo. Los desastres cometidos por aquellos extranjeros lo continúan hoy nuestros actuales gobernantes, manejando las mismas políticas de ajuste, perversión social y dominio cultural.



Mientras existan gobiernos insensibles hacia los más necesitados, el aborigen seguirá siendo solo un voto más  y le será cada vez más difícil encontrar una salida a sus problemas. Es poco lo que se ha hecho hasta ahora para ayudarlos, solo “Quijotescos” intentos de seres anónimos remando contra la corriente, tratan de encontrarle una solución al problema, pero la deuda moral  que esta sociedad tiene para con ellos es muy grande y difícil de pagar.
Espero que los gobernantes  entiendan  de una vez,  que si borramos o ignoramos  nuestras raíces estamos, seguramente, construyendo un futuro tan incierto como la vida de nuestros aborígenes.

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