Aquellos días, antes de la llegada de
El ecosistema también cambió, la región se tornó cada vez más improductiva y a medida que fue pasando el tiempo se les hizo más difícil la adaptación. La pobreza aumentó al igual que el hambre y el índice de mortandad. Las consecuencias socio - culturales fueron verdaderamente desastrosas. Años de tradiciones fueron desapareciendo con el correr del tiempo y la cultura aborigen se mixturó en una nueva forma de vida, carente de toda índole representativa.
Tuvieron que pasar casi 100 años para que esta dependencia cultural empezara a desaparecer paulatinamente. Fue en el año 1982 cuando los aborígenes comenzaron a ver la posibilidad de vivir nuevamente en libertad y recuperar sus costumbres y ritos, hasta ese entonces prohibidos. La guerra de Malvinas hizo que los Misioneros, en su mayoría Británicos, dejaran el lugar por miedo a ser agredidos. Así, la gran mayoría huyo hacia el vecino país del Paraguay donde permanecieron a la espera de un pronto regreso. La guerra se prolongó y no tuvieron más remedio que regresar a su país. A partir de allí, lo aborígenes comenzaron a experimentar la posibilidad de reencontrarse con su olvidada cultura. Volvió el canto y la danza y poco a poco las cosas fueron cambiando. Pero el daño causado fue tan grande que muchas cosas difícilmente volvieron a ser como antes.
Los aborígenes hoy
Es evidente que el proceso de transculturación que aquí se presenta, ha sido en gran medida perjudicial para el grupo dominado. Fue poco lo que el grupo dominante pudo aportar y mucho lo que le ha quitado. El cambio producido en la cultura se ha transformado en una suerte de “aspiración cultural” en vez de un intercambio de culturas. Cuando se utiliza la fuerza como medio de cohesión, el “intercambio” se convierte en un mecanismo ladino y perverso es pos de los intereses del más fuerte. Esto, sólo puede entenderse si lo vemos desde un punto de vista hegemónico y corporativo, en donde el poder político y económico son sinónimos de superioridad y los procesos de ajuste y explotación están al servicio de esos intereses y en detrimento de las poblaciones más débiles que no ostentan tal poderío económico y político.
La mano de obra barata, las extensas jornadas de trabajo y el poco interés social, fueron las premisas aplicadas por las empresas foráneas radicadas en nuestro país a la hora de dar “trabajo”, consiguiendo de este modo una fuerte forma de dominación. El poder económico del Ingenio, más el poder casi político de la Iglesia , representado en la Misión , fueron los responsables de esa debacle de la cultura aborigen en Santa Victoria.
Va a ser muy difícil que el aborigen recupere hoy su lugar perdido. En la actualidad son víctimas de un sistema tan perverso como lo era aquel, en donde tanta hipocresía se ve reflejada en cada elección, en cada acto partidario o campaña política. Allí existen, son hijos de esta tierra, después vuelven a la marginación y al desarraigo que cargan desde hace un siglo. Los desastres cometidos por aquellos extranjeros lo continúan hoy nuestros actuales gobernantes, manejando las mismas políticas de ajuste, perversión social y dominio cultural.
Mientras existan gobiernos insensibles hacia los más necesitados, el aborigen seguirá siendo solo un voto más y le será cada vez más difícil encontrar una salida a sus problemas. Es poco lo que se ha hecho hasta ahora para ayudarlos, solo “Quijotescos” intentos de seres anónimos remando contra la corriente, tratan de encontrarle una solución al problema, pero la deuda moral que esta sociedad tiene para con ellos es muy grande y difícil de pagar.
Espero que los gobernantes entiendan de una vez, que si borramos o ignoramos nuestras raíces estamos, seguramente, construyendo un futuro tan incierto como la vida de nuestros aborígenes.
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