Un mundo para pocos
El mundo esta cambiando. De eso no hay duda. La globalización se expande como un mortal cáncer y lo que sucede en cualquier parte del planeta es recibido con apenas unos minutos de delay. La detención y posterior muerte de líder Libio Muammar Khadafi es un claro ejemplo de la interconexión que hoy nos engloba en una especie de enorme vivienda única que se impone a pesar de las enormes diferencias culturales y sociales que nos separan. Hoy todos saben de todos. Nadie esta a salvo de ese ojo avisor que son las nuevas tecnologías. La metáfora de la mariposa que bate sus alas en una parte del mundo y en otra se produce un tifón cobra un sentido profético en estos tiempos.
El mundo esta cambiando. De eso no hay duda. La globalización se expande como un mortal cáncer y lo que sucede en cualquier parte del planeta es recibido con apenas unos minutos de delay. La detención y posterior muerte de líder Libio Muammar Khadafi es un claro ejemplo de la interconexión que hoy nos engloba en una especie de enorme vivienda única que se impone a pesar de las enormes diferencias culturales y sociales que nos separan. Hoy todos saben de todos. Nadie esta a salvo de ese ojo avisor que son las nuevas tecnologías. La metáfora de la mariposa que bate sus alas en una parte del mundo y en otra se produce un tifón cobra un sentido profético en estos tiempos.
¿Pero es la globalización algo bueno para la humanidad? Desde el punto de vista informativo, este saber de todos y en todas partes del mundo en el instante en que se produce la noticia, representa el sueño del reportero hecho realidad. Contar con la información "iso facto" y con las imágenes del suceso, puede considerarse de un valor periodístico único. ¿Pero cuales son las consecuencias? ¿Cual es el precio que se debe pagar?
Para responder a estas preguntas hay que entender mejor lo que significa y representa la globalización. El aspecto más visible de de este fenómeno es la información y su acelerada difusión. Pero la globalización involucra otras formas, menos visibles y más sutiles, pero no menos invasivas. Me estoy refiriendo a la intromisión de los países más poderosos del planeta y sus empresas multinacionales, en aquellos países menos desarrollados. Estas formas de dominación y control global, son las que están moldeando y cambiando nuestro mundo de hoy. Las caídas de los regímenes dictatoriales de Sadam Hussein, Hosni Mubarak y ahora Muammar Khadafi, son claros ejemplos de como, tras la fachada inocente de una sociedad única y mundial, se van cimentando las bases hacia una occidentalización del mundo árabe.
El problema es que estos cambios se están dando de formas muy abruptas y violentas. Guerras internas, revueltas sociales, problemas financieros que afectan a varios países (ver la crisis Griega y sus consecuencias en los demás países de la Unión Europea) son una muestra del poder devastador que tiene la globalización sobre las estructuras sociales y sobre la gente. Miles de personas son víctimas del daño colateral que provoca ser parte de este mundo interconectado y miles más se verán afectadas en un futuro.
Estar globalizado no mejora la pobreza y el hambre que existe en África o la India por ejemplo, no ayuda a la concientazción del medio ambiente y no baja los índices de delincuencia, por lo tanto cabe preguntarse ¿para que sirve? Y la respuesta es muy simple, para que algunos pocos se adueñen de todo lo que más puedan. Recursos naturales, economías regionales, tierras, identidades, sueños, y el futuro de millones de personas están en manos de quienes, escondidos detrás del moderno discurso de un mundo más unido, se aprovechan para satisfacer sus deseos más ruines y sus intereses más espúreos.
Sera tiempo de empezar a formar una generación de jóvenes que trabajen para detener el avance irracional de la globalización y evitar de esa forma que muchas idiosincrasias se vean sometidas al artero proceso de tranculturación y obliguen a los líderes mundiales a pensar más fríamente sobre lo que están haciendo y a razonar sobre las terribles implicancias que conlleva la locura de querer ser el dueño del mundo.
Sera tiempo de empezar a formar una generación de jóvenes que trabajen para detener el avance irracional de la globalización y evitar de esa forma que muchas idiosincrasias se vean sometidas al artero proceso de tranculturación y obliguen a los líderes mundiales a pensar más fríamente sobre lo que están haciendo y a razonar sobre las terribles implicancias que conlleva la locura de querer ser el dueño del mundo.