Morirse es un gran negocio, no solo para las funerarias, cementerios y demás rubros que viven de la muerte, sino también para los medios de comunicación. En estos últimos días hemos vivido tres muertes muy seguidas que han convocado la atención de todos lo medios nacionales. Primero fue Romina Yan, la hija de Gustavo Yankelevich y Cris Morena, después la muerte Mariano Ferreyra el militante estudiantil y del Polo obrero y por último y más reciente, la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Estas lamentables desapariciones físicas movilizaron todo el aparato periodístico y mediático de una manera inusitada, generando con su cobertura una ostentosa cantidad de ingresos como nunca se había visto.
Es evidente que el ser humano tiene un aspecto de su personalidad oscuro y siniestro en donde el morbo parece activarse cada vez que se lo alimenta con noticias que hablen o tengan que ver con la muerte. A nadie le gusta morirse, pero a muchos les gusta regodearse con las lágrimas derramadas sobre la cajón o con el dolor ajeno, y si a eso le sumamos que quien tuvo la desgracia o suerte, depende desde donde se lo mire, de morirse es un famoso, el morbo aumenta y con él también los ingresos para los medios que van a cubrir la noticia.
Es evidente que el ser humano tiene un aspecto de su personalidad oscuro y siniestro en donde el morbo parece activarse cada vez que se lo alimenta con noticias que hablen o tengan que ver con la muerte. A nadie le gusta morirse, pero a muchos les gusta regodearse con las lágrimas derramadas sobre la cajón o con el dolor ajeno, y si a eso le sumamos que quien tuvo la desgracia o suerte, depende desde donde se lo mire, de morirse es un famoso, el morbo aumenta y con él también los ingresos para los medios que van a cubrir la noticia.
Recuerdo que unos días antes del fallecimiento del queridísmo actor Luis Sandrini, los medios de comunicación de aquella época no dejaban de acosar a su esposa la actriz Malvina Pastorino y se agolpaban como un cardumen de pirañas hambrientas en la puerta del sanatorio donde estaba el actor internado. Todos se peleaban por tener la primicia, por ser los primeros en informar el trágico e inevitable final. Este recuerdo viene a cuenta porque en un diario de ese entonces, el cual no recuerdo, un humorista gráfico, que tampoco recuerdo, dibujo la entrada del sanatorio sobrevolada por un montón de aves carroñeras que representaban a los periodistas. Esta satirización de tan terrible situación, adquirió en ese momento un valor simbólico verdaderamente sorprendente por el revuelo que los medios habia causado frente a la clinica, al punto de perdurar en mi memoria por más de 30 años.
Hoy las cosas siguen igual, nada ha cambiado en estos últimos años, al contrario el comercio que se genera alrededor de la noticia trágica y la muerte de famosos se ha hecho más salvaje y más evidente. Todos corren tras la primicia, no quieren perderse la apoteosis de ser el primer medio, y si es el único mejor, en informar el suceso "iso facto". Cuando Diego Maradona estuvo internado en el 2007 por su problema pulmonar el canal de noticias de cable Crónica TV solo puso una placa negra con la hora, quizá a la espera de que alguien le diera la confirmación de la muerte del astro futbolístico, cosa que por suerte nunca sucedió. Lamentable.
La cobertura de las tres muertes que mencione al principio ha sido desmedida y despiadada., incluso en el caso de Kirchner llego a un punto de hartazgo por la propia saturación del tema al estar en todos los canales y otros medios. El último viaje de nuestras vidas debería ser un acto privado, sin más testigos que nuestros familiares y seres queridos. No debería hacerse un circo mediático de un hecho tan intimo y doloroso. Sin embargo, sucede todo lo contrario, ahí están las cámaras, los micrófonos y los celulares pegados al dolor, agobiando al familiar adolorido, buscando encontrar no se que cosa, pues la muerte no es ninguna novedad, es algo natural que obedece a las leyes de la vida y en definitiva a todos, incluidos los que allí están merodeando como animales carroñeros, le va a tocar.
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